TU CUERPO, UNA MUJER AFGANA BAJO EL MANDO TALIBÁN.
¡Hola de nuevo!
Soy cuerpo 10 y aquí te presento lo que se ha cocinado en mi cabeza durante esta semana. Si quieres que te llegue de forma automática y calentito, directamente a tu bandeja de entrada, suscríbete y dile al señor Gmail que no es Spam.
Te advierto que no me gustan los conflictos, por esa razón, el email de hoy va a ser oscuro.
Tú eres quien tiene que ponerle luz.
La semana pasada te dije que tenías mucha suerte de vivir en esta época. Hoy te digo que tienes mucha suerte de vivir donde vives
en España,
o en Europa,
cualquier país desarrollado.
Ya sabes que la cosa se ha puesto jodida en Afganistán. Los talibanes se han hecho, de nuevo, con el poder. No voy a entrar en el juego de si es culpa de unos u otros. Para eso está la telebasura, los políticos y el “quítate-tú-pa-ponerme-yo”.
Te explico rápido, que el tiempo apremia y, si no, te aburres:
Los talibanes son personas ultraconservadoras a la hora de interpretar el Islam.
Para ellos las mujeres son jarrones con agujeros.
El hombre está por encima. Ellas no pueden estudiar ni trabajar, no pueden juntarse con los hombres en público y deben obedecer ciegamente a sus maridos.
Como es una auténtica desfachatez, se ven obligados a mantener el orden social a través de castigos físicos propios de la Edad Media. Latigazos, azotamientos y lapidaciones pasan a ser las condenas por no cumplir con las exigencias religiosas al 100%. Los asesinatos, la represión y el miedo han vuelto a las calles.
No te puedes hacer a la idea. Tú, que por un confinamiento de dos meses tenías ansiedad y depresión. Las mujeres afganas van a estar confinadas toda su vida. Sin internet, sin “Challenges” en Instagram o Tik-Tok. Sin Netflix. Y a base de ostias.
No
te
puedes
hacer
a
la
idea.
Yo tampoco. Por suerte nunca he conocido la esclavitud.
¿Qué es lo siguiente que viste?
Escenas de pánico y caos. Miles de personas intentando huir del país.
Cuando te pueden asesinar por un motivo trivial te pones alerta. Brota tu instinto de supervivencia y haces cosas. Lo primero, meter cuatro cosas en una maleta, tu marido/mujer de una mano, tus hijos de la otra y al aeropuerto.
Es la única salida del infierno.
Pregúntales por el Covid-19. ¿Messi? ¿Ibai? ¿El PSG?
Lo ves chungo de verdad. Tu vida y la de tu familia corre peligro, haces cualquier cosa por ellos. Escalas un muro de 5 metros con una cuerda o encaramarte al fuselaje de un avión a punto de despegar. Pero a punto de verdad, con los motores encendidos.
Y ¡estás agarrad@ por fuera a un avión militar!
Eso es desesperación. Eso es no tener nada que perder. Eso es tener problemas.
Yo vivo cerca de Madrid. De aquí a Kabul, por suerte, por muchísima suerte, hay más de 8000 kms. de distancia. Está súper lejos. Podría no ser así.
¿Qué pasaría si algo similar pasase aquí? ¿Qué pasaría si estallase una guerra civil en España? ¿Un ataque terrorista? ¿Una catástrofe meteorológica?
¿Estás preparado para coger cuatro cosas, a tu familia y salir corriendo?
Nadie lo está, ni siquiera te lo planteas. Vives en un entorno seguro y controlado en el que tu supervivencia depende más de tu inteligencia y de tus habilidades sociales que de tu capacidad física para huir de una amenaza.
Da igual que tu estado físico sea lamentable y que no puedas correr ni 300 metros.
Da igual que tengas menos masa muscular que una gamba y no seas capaz de trepar un árbol.
¡Uy, trepar un árbol!
No eres capaz ni de subirte a una mesa.
¿Qué pasaría si, por una desgracia, de forma repentina, tu forma física fuera determinante para sobrevivir?
Estás en cualquier ciudad europea, con tu pareja, desayunando en una céntrica plaza. Te van a cobrar una pasta por un café y un cruasán pero, de repente, mientras remueves la taza con una cucharilla, la gente comienza a gritar y huir despavorida a tu alrededor. Un puto atentado cerca de tu posición. Hay que salir por patas. Uno de los talibanes se ha recorrido los 8000 y pico de kilómetros, ha robado un camión y está cerca de ti, sacrificando infieles al azar, atropellando a todo el que puede al pasar. O corréis o estáis muertos. ¡Ahora!
Tranquil@, vaaaale, vaale, ya se ha acabado el ejemplo.
Sólo es un texto.
Repito, sólo es un texto.
Letras en una pantalla,
nada más.
Respira hondo y retoma la lectura cuando te bajen de nuevo las pulsaciones.
Está claro que no te vas a poner a entrenar por si te pasa una desgracia o estalla una guerra. No quiero insultar a tu inteligencia. Aunque tendría un fuerte componente emocional, no sería una motivación basada en un hecho probable. Por suerte, las muertes violentas no son habituales en países desarrollados.
Pero, ten cuidado, no te confíes, no estás a salvo. Tu estilo de vida es como una Guerra Fría. Agredes constantemente a tu cuerpo, de forma invisible, silenciosa, imperceptible. Estás acumulando un daño que te puede costar caro. Tu cuerpo es como una mujer afgana bajo el mando talibán. Sufre continuos abusos y humillaciones en silencio. Pueden parecer pequeños detalles, minucias que no son para tanto, pero se acumulan continuamente:
Sigues fumando.
Abusas de la comida industrial.
Tu vida es sedentaria.
Has recibido una llamada y acudes a primera hora al hospital. Llegas a la consulta y un enfermero te dice que pases, te estaban esperando. Estas nervios@. Delante de ti, tu doctora, tan nerviosa como tú, no para de mirar un informe que sujeta entre las manos. Te pide que te sientes. Notas que evita el contacto directo de su mirada con la tuya. Suelta una pequeña sonrisa falsa, forzada y mira de soslayo a su ayudante. A los pocos segundos resopla y te dice que, según los resultados del informe, no hay solución, que lo siente mucho, que te mueres, que no se puede hacer nada. Os ponéis a llorar.
Tranquil@, vaaaale, vaale, se trata de otro ejemplo.
Sólo es un texto.
Repito, sólo es un texto.
Letras en una pantalla,
nada más.
Respira hondo y aguanta, ya queda poco.
Lo que te quiero decir es algo que ya sabes, pero yo te lo recuerdo cada jueves. Me necesitas porque se te olvida. Según Naval Ravikant: “Los tres aspectos fundamentales en la vida son la riqueza, la salud y la felicidad. Los perseguimos en ese orden, pero su importancia es a la inversa.”
Pon solución ahora que puedes. No hay tiritas para el Alzheimer, el cáncer y tampoco para el Parkinson. No esperes a que sea demasiado tarde:
1. Mejora tu dieta. Come de forma natural. Más verduras y frutas. Carnes, pescados y huevos varias veces a la semana. Tubérculos y legumbres también son importantes. Lácteos, frutos secos y aceite de oliva.
¿Has leído Pizza? ¿Durum de pollo? ¿Refrescos?
2. Muévete. No sólo te recomiendo hacer alguna actividad física por lo menos tres veces a la semana. Hablo de que te muevas más cada día, camina, juega con tus hijos o tu perro, levanta del sofá. Apaga la televisión.
Que tampoco es que le tenga una manía persecutoria a la televisión. Bueno si, si la tengo.
3. Suscríbete, dale a me gusta y comparte el email.
Bueno, igual la tercera no es tan beneficiosa, o sí. Puede que estés salvando una vida.
Si estás de acuerdo, me introduciré cada jueves en tu cabeza para darte una motivación, un sentido, una razón. Estos emails son solo el principio. Tengo muchas más sorpresas y servicios planificados para que mejores tu salud, poco a poco, antes quiero que nos conozcamos mejor.
Esperaré impaciente, hasta la semana que viene.
Nos vemos. El jueves.
Un saludo. Cuerpo 10.
Pd. Espero que mis palabras desordenen tu conciencia. Celtas Cortos.